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El extraño caso de la Mizuno-200

El extraño caso de la Mizuno-200

Por: Carlos Manuel Álvarez

 

Que alguien me explique, porque no se entiende nada. Y se sospecha de todo. Y si se pregunta, nadie responde. Una confusión terrible. De haber sabido que la pelota me iba a traer tantos dolores de cabeza, me habría hecho fanático del críquet. Pero ya no hay tiempo. Y tampoco nací en la India.

La India hubiera sido un buen sitio para nacer, pero queda demasiado lejos y es demasiado complicada. En qué se parece la India a la serie nacional. Pues en eso, precisamente. En que uno las mira y no sabe de qué van. Ya ni sigo el calendario, me aburrí. Es más difícil que el teorema de Fermat. Claro, con 17 equipos (el diecisiete es un número primo, eso no es divisible ni por su estampa) no hay cuenta que valga, ni lógica en la rotación de los equipos.

A veces se juega los lunes, a veces seis jornadas seguidas, a veces tres encuentros un día y cinco al otro, a veces de madrugada, a veces alguien descansa más de lo que necesita y a veces, el días menos esperado, no se juega, y entonces… a desandar el país. Antes había un orden, ya ni eso.

Llena de arabescos, esta temporada semeja un fresco del barroco, pero mal decorado. Exceso de equipos, exceso de partidos, exceso de pulgadas en el box. Sin embargo, hemos cambiado a la Mizuno 200 y han desaparecido los cuadrangulares. Para la primera subserie, se contabilizaron poco más de veinte. ¡Veintiún jonrones en tres fechas! Eso se pegaba antes en dos y un tercio. Bien, ya sé que exagero, pero no me digan que todavía hay que esperar.

No hay que esperar nada. La Mizuno 200 bota menos que la 150, y si antes habían tantos sluggers que repugnaban, ahora habrán tan pocos que serán extrañados. A fin de cuentas, uno no sabe si esto es bueno o es malo o ni lo uno ni lo otro. Porque la pelota cubana se bandea entre extremos y no acaba de enrumbar a un puerto fijo.

Tampoco es que sea de suma gravedad. Como que a un paciente con neumonía se le informe de pronto que se ha quebrado el meñique. Qué le puede importar, a un tipo que no respira bien, la salud de su dedo meñique. Por eso, qué puede importarle al beisbol cubano la bola con que se juegue.

No obstante, el asunto pasaría como un divertimento si no fuese porque par de días antes del inicio de la serie, en un ameno congresillo técnico entre la prensa y la Comisión Nacional de Beisbol, los directivos dijeron, respecto al tema, que había que esperar. Alguien aclaró que ya era un hecho: la Mizuno 200 no botaba. Pero la Comisión, tozudamente, y sin necesidad, dijo que sí, que posiblemente, que quién sabe, pero que en definitiva no, que había que esperar y que, como siempre, el terreno tenía la última palabra.

Muy ilustrativo el suceso. Una posposición piadosa. Un no reconocer algo que resultaba lógico y hasta cierto punto necesario, pues, para ser justos, la Mizuno 200 tiene su explicación. Por cuestiones políticas, el país solo puede comprar lo que fabriquen los japoneses. Una cultura tan milenaria, una gente con tanta imaginación y una nación tan rica… ¡y que vengan a hacer una pelota tan mala! Nadie se alarme entonces si el año que viene -o el otro más arriba- volvemos a la 150 o nos mudamos a la 300.

Bien, ya esperamos, ya el terreno dijo lo que tenía que decir y es hasta ahora el único que ha hablado. Porque así como se explicó que la Mizuno 200 no era elección nuestra, pudo hablarse aclarado, de una bendita vez, la razón del aparatoso fracaso en el pasado torneo de Rotterdam, que todavía la estamos esperando. O las causas de las derrotas en la Copa del Mundo y en los Panamericanos. O que el bueno de Urquiola devele interioridades. O que el cable de fibra… ah, no, dispensen, eso no tiene que ver con el beisbol.

En fin: hemos de acostumbrarnos. La Mizuno 200 no mejorará el pitcheo. Mejorará los números, pero no a los pitchers. Ahora -se dice como un mérito- solo pegarán jonrones los verdaderos hombres de poder. Abreu, Despaigne, Pedroso. Como si eso demostrara algo. En verdad, solo vuelve el espectáculo más aburrido, y borra, de golpe, una cantidad preciosa de matices, de expectativas, de suposiciones. Aunque antes, no es menos cierto, había la mar de improvisados.

La serie nacional se hará entonces mucho más predecible. Y cabría, obviamente, la pregunta de rigor: ¿por qué la pelota cubana se ha vuelto una pelota predecible? Nada, sin embargo, de sumo interés. Pues a un tipo con anemia, qué puede importarle unas canas de más.

Fuente: CUBADEBATE 

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