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Normando Hdez

Strike 3: Freddy por la ventana

Strike 3: Freddy por la ventana

Por: Michel Contreras

 

La dirección de la pelota nacional acaba de botar a Freddy Asiel por la ventana. Como en el cuento del hombre que defenestró el sofá donde su esposa se acostaba con otro, fue más fácil sacar de juego al pitcher, que rectificar la equivocada posición inicial.

Coherencia es lo primero que le falta al organismo beisbolero cubano. Digamos, se comporta de manera radical cuando se trata de prohibir las congas, pero tolera indisciplinas graves de atletas y managers. Y sanciona a sus árbitros lo mismo por expulsar tempranamente, que por demorar las expulsiones. Y ahora mismo, les impone un castigo similar al agresor y al agredido.

El desaguisado es obvio. Demasiado para que no salte a la vista. Porque un robo no implica la misma condena que un crimen, como tampoco puede equipararse un ataque bate en mano con un par de pelotazos a conciencia.

Voy por partes. Freddy Asiel siempre ha sido partidario del pitcheo pegado, y esa escuela –más que la velocidad y los envíos rompientes- lo han convertido en uno de los mejores lanzadores del país. Y también gusta de imponer su autoridad en los encuentros. De manera que, me atrevo a asegurarlo, en su carrera debe haber propinado varios dead balls intencionales.

Es más: para mí, los pelotazos a Yasiel Santoya fueron voluntarios, no así el de Víctor Víctor, que aparentó ser un típico lanzamiento wild. A todas luces, el de Corralillo perdió los estribos en aquella apertura tambaleante, y castigó a su entusiasmado victimario con un par de impactos contundentes.

(Necesaria aclaración: eso no lo inventó Freddy Asiel. Eso lo hacía Vinent, a quien siempre veneraremos con toda justicia. Y sospecho que Norge Luis Vera también apeló a ese recurso. Y el gran Pedro Luis Lazo lo admitió hace poco en un documental, entre risas y expresiones de aprobación unánime).

Por supuesto, en el manual de estilo del pitcheo no consta la alternativa de tomarse la justicia por su mano. Un lanzador no puede creerse facultado para ‘tirar a dar’, aunque –todo sea dicho- tampoco el bateador debe arrogarse el derecho de celebrar sus conexiones con arranques barnizados de guapería barata y gesticulación obscena.

El fatídico 17 de febrero, en el Victoria de Girón, Freddy Asiel estableció su ley a sangre y fuego, y aquella situación que ya se hacía habitual desembocó en suceso extraordinario cuando, en el delirio del absurdo, Demis Valdés salió madero en ristre en plan de ataque. Al final, solo Ramón Lunar salió perjudicado en la trifulca –afortunadamente ya volvió al terreno-, pero poco faltó para que lamentáramos alguna consecuencia inolvidable.

Atravesando por una etapa crítica, el béisbol cubano no puede permitirse el lujo de soportar vergüenzas, y mucho menos abrir puertas para que se reediten sucesos como aquel en que Antonio Susini mató de un batazo al lanzador Julio Le Blanc, una tarde de 1922. Así pues, como el terreno no es un campo de batalla al que los jugadores llegan sanos y salen premeditadamente lastimados, yo aplaudo que la Comisión tomara cartas en el tema. Proliferaban los dead balls, y hasta había surgido una pulseada personal entre Vladimir García y Lunar, semejante a la que involucraba a Roger Clemens y Mike Piazza en las Ligas Mayores.

Pero entonces apareció el sofá. Es decir, en lugar de apretarles las tuercas a los ocho directores de equipo para que llevaran la calma a sus pupilos, una regla no escrita determinó que los pitcheos pegados equivaldrían a expulsiones, y alguien propuso convertir a Freddy Asiel en cabeza de turco del creciente problema. Draconiana, la sanción cayó como un cubo de agua helada sobre las ilusiones de la fanaticada villareña.

Apartarlo del juego por espacio de varias subseries habría sido lo justo. Sin embargo, el pitcher sensación de la postemporada previa no podrá participar en esta, y las páginas que recogen la historia de las Series Nacionales agregaron un nuevo capítulo oscuro.

¿Usted se acuerda de Cheíto Rodríguez? En su momento, él también recibió un golpe desmesurado y extremista que pretendió servir como escarmiento. ¿Y se acuerda de cómo terminó esa historia? ¿Se acuerda de que la gran perjudicada fue nuestra pelota, que se quedó sin el Señor Jonrón?

Yo pensé que, a la hora de impartir justicia en el caso Freddy Asiel, los directivos del deporte cubano evitarían tropezar con esa piedra. Que, a fin de cuentas, es la misma.

Fuente: CUBADEBATE

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