Blogia
Normando Hdez

Strike 3: Conversación en la catedral (I)

Strike 3: Conversación en la catedral (I)

Por: Michel Contreras

Para: Elio Menéndez, fanático a ‘la bola’

 

A menos que haya ciclón, o augurios de ciclón, Patricio y Liborio se encuentran cada mañana por uno de los costados del Latino, a la sombra de un algarrobo viejo. Es un árbol tupido, de visibles mataduras y, para ser exacto, casi tan viejo como ellos, dos reliquias andantes que “vimos jugar a Miñoso y a Willy”, una especie de slogan que repiten hasta el agotamiento, pavoneándose ante los jóvenes fanáticos. Pero a decir verdad, no les importa demasiado hablar con otros. Lo de ellos es reunirse allí, muchas veces a despecho de la lluvia, acomodarse como pueden y ponerse a discutir sobre ‘la bola’, según suele llamarla Liborio en su jerga de Juanelo.

Patricio es más pausado. Hijo de gallegos, creció en Cuba y jamás se contagió con el virus futbolístico de sus antepasados. “A mí que me den béisbol”, le aseguró una vez a un periodista que indagaba sobre las preferencias deportivas del cubano. “Denme béisbol, lo mismo de la Serie Nacional, que de las Grandes Ligas o los campeonatos del Caribe. Pero eso sí (aquí hizo una pausa simpática para abrir de manera exagerada sus ojos azulinos), que no sea pelota, sino BÉISBOL, con letras mayúsculas”.

Ese día, Liborio no accedió a la entrevista. Ni ese, ni ningún otro, porque “a este negro congo no le gustan las cámaras ni los reporteros, que al final sacan la parte que les interesa y lo demás se va a bolina, como el papalote”. Así le dijo aquella vez al periodista, y dos horas después, en medio de una cantilena memorable, conseguía el perfecto resumen de su proceder con una frase: “Sin que me quede cosa adentro, Gallego, te juro que lo que yo digo sobre ‘la bola’ es personal, y más vale que se quede entre tú y yo, que a fin de cuentas la pelota es una cuestión de la familia”.

Lo cierto es que, entonces y ahora, Patricio y Liborio siempre hallan motivos para no estar de acuerdo. Como si hubiera un pacto tácito entre ambos (aceite y vinagre, perro y gato), los dos viejos discrepan sin pausa en sus improvisadas tribunas “del culo del estadio”, como las acuñó Patricio un día de copas y sol alto en que ensayó un pomposo panegírico del béisbol.

Pero hoy no será -no podrá ser- día de parrafadas y oratoria. Liborio ha madrugado bajo el árbol, con la camisa mal abotonada y unos gestos que delatan la impaciencia. Cuesta poco trabajo advertir el disgusto en su mirada, que se pierde en la esquina por donde, un martes sí y un miércoles también, dobla Patricio al filo de las diez de la mañana.

El amigo es puntual. “No me vas a creer que ya llevo una hora esperándote…”, le espetan. “¿Y eso a santo de qué?”. “Pues que anoche, en el radio, se pasaron el tiempo ‘cantándole’ a la nueva estructura de ‘la bola’, y tú sabes que yo no comulgo con tanto paripé. En resumen, que si no me desahogo, me reviento”.

El gallego, inmutable, se rasca una mejilla, se alisa el bigote y, con ese tono equilibrado que heredó de un bisabuelo supuestamente nórdico, tan solo decide admitir que “el asunto es peliagudo, porque tiene sus pros y sus contras”. “Pero son más los contras”, rechina Liborio, y Patricio baja la vista, resignado. “Puede ser”.

(continuará)

Fuente: CUBADEBATE

0 comentarios