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Normando Hdez

Me han pedido que hable de la identidad

Me han pedido que hable de la identidad

Por: Carlos Manuel Álvarez

 

De la identidad ha hablado mucha gente. Desde Félix Varela hasta Fernando Ortiz. Todos monstruos. Todos cuartos bates. Sujetos que leyeron y pensaron lo que yo no voy a leer y a pensar ni en tres reencarnaciones.

Por eso -bien sencillo- voy a hablar de la pelota que he visto, que es, al fin y al cabo, la única pelota de la que puedo dar fe. Y en esa pelota que yo he visto, hay cuatro equipos con una marcada identidad. Industriales, Villa Clara, Santiago de Cuba y Pinar del Río. El resto, perdónenme lo categórico, no.

En los últimos veinte años, por ejemplo, fuera de estos conjuntos solo se han coronado Holguín y la extinta Habana. Excepciones que no hacen otra cosa que confirmar la regla. Novenas de mayor estabilidad, novenas netamente ganadoras como Sancti Spíritus y Ciego de Ávila no alcanzaron, en todo este tiempo, ni un solo campeonato. Qué demuestran ambos extremos. Que no es, en sí, un problema de triunfos, ni de suerte, ni de títulos, ni de perseverancia. Es, quizás, una suma de todas y la falta de ninguna.

El triunfo es efímero. La identidad es duradera. La suerte es azar. La identidad es historia. Los títulos son estadísticas. La identidad es subjetiva. La perseverancia es imprescindible. La identidad también, pero es, además, el impulso final, la consumación del hecho. Y, por si no bastara, para tener identidad, algo muy específico debe definirnos. Una virtud, un gesto al aire, una costumbre viva.

Esto, por supuesto, se basa en hechos. Muy puntuales. Porque la identidad, contrario a lo que se cree, no es pródiga, se deja ver en momentos de excepción. Siempre está, pero casi nunca es visible. Hay que mirar bien, y mirar adentro. De ahí la diferencia entre lo verdadero y el chovinismo. Que odiosamente, por su frecuencia y altisonancia, distorsiona lo auténtico.

Cuba, un país que todos quieren entender, pero que en verdad pocos entienden, está inundada y rodeada y asediada por chovinistas. Es decir, gente buena o mala de alma, pero equivocada por exceso. Lo mismo sucede con Industriales. Por eso, si Villa Clara es la garra, Santiago de Cuba, la contundencia, y Pinar del Río, la altivez, el credo de Industriales es la polémica.

En 2003 y 2004, fueron implacables. En 2010, épicos. Pero siempre son protagónicos, incluso en los años que no ganan.

A Villa Clara, en cambio, le ha faltado pegada. Es, sin embargo, el equipo más beligerante. A casi nadie le desagrada Villa Clara, yo diría que a nadie. Que no hayan obtenido un título, desde 1995, es perdonable, porque desde entonces no han dejado de ser una guerrilla (he ahí la diferencia entre ellos, y los espirituanos y avileños, sendos trabucos casi siempre. He ahí la identidad). Nadie ha logrado tanto con tan poco.

Santiago, a su vez, cuando ha tenido un gran roster, literalmente ha barrido. Demoledores del 99´al 2001. Demoledores en el 2008. Ni Villa Clara, su sempiterno Waterloo, los ha derrotado en esos años. En play off, que es al final lo único que cuenta, Santiago de Cuba exprime a los equipos sin mucha historia. Si no es con uno de los otros tres grandes, no hay manera de que pierdan.

Cosa que sí le sucedió a Pinar. Más de una vez. Solo que incluso, en esos momentos, me parecieron decadentemente hermosos. La gesta del 2011, sin embargo, es demasiado reciente como para hablar de otra cosa. Un equipo, a las claras, muy temerario. Plagado de jóvenes. Destructor de pronósticos. Y con Urquiola al mando, que se me antoja más estratega que táctico. Más reflexivo que intuitivo. Más maestro que líder.

Pero qué justifica un resultado como el de la serie cincuenta. Qué explica el título de un Pinar del Río desconocido, sin estrellas, y a la larga imponente. Yo sé lo que lo explica. Yo sé, con exactitud, cuál es la causa de fondo. Pero no la diré, porque ya se hace evidente, y a mí no me han pedido que hable de lo evidente. Me han pedido que hable de la identidad.

Fuente: CUBADEBATE 

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