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Strike 3: ¿Regalos para el Lobo?

Strike 3: ¿Regalos para el Lobo?

Por: Michel Contreras

 

Después de la incertidumbre -vaya relajito el de los panameños con la transmisión televisiva-, por fin pudimos ver al team Cuba en la edición postrera de las Copas del Mundo de Béisbol. Y lo vimos, qué suerte, en un choque excelente, nada que ver con la matanza de la jornada previa frente a los australianos.

Con solo cuatro hits (curiosamente rubricados en una misma entrada), los muchachos de Urquiola doblegaron 3×0 a la tropa de Dominicana, que apenas pegó un trío de imparables y cometió dos pifias, una de las cuales determinó la suerte del encuentro. He aquí los puntos capitales del partido…

La revancha de Miguel Alfredo González: El derecho justificó la confianza de un colectivo técnico que lo colocó en el segundo puesto del staff de abridores. No vivió la mejor de sus campañas nacionales, y hace un año sufrió par de reveses ante los quisqueyanos. Sin embargo, salió sin complejos al montículo, y caminó de manera impecable durante siete innings en los que propinó cinco ponchetes y otorgó una solitaria transferencia. Se le notó, como siempre, aplomado. Y duro, como siempre. Con muchísimo comando de los lanzamientos, especialmente de esa curva lenta que mareó a los rivales pese a la veteranía de varios de sus hombres. A ratos lució incómodo contra los numerosos zurdos de la tanda adversaria, pero invariablemente encontró antídoto para sus venenos. Acaso el gran secreto de su éxito estribó en anular radicalmente a la medular del line up dominicano.

El magisterio de Willy Lebron: Muy curtido en las categorías inferiores de la pelota profesional norteamericana, el moreno admitió el primer indiscutible rival en el sexto episodio… y con dos outs. Sus armas: buena slider, una recta aceptable, una sinker dosificada con maestría y, sobre todo, un cambio imprevisible, insoportable, desestabilizador. No fue casualidad que nos venciera dos veces en el Premundial puertorriqueño, pues Lebron sabe pitchear y parece conocer a plenitud las virtudes y defectos de los nuestros. Inteligente, se aprovechó como y cuanto quiso de la manía cubana de esperar un strike, y trabajó con flema inglesa e imperturbabilidad de roca. Pero el sol tiene manchas: el error de su torpedero lo desconcentró como a un chiquillo, y minutos después explotó ruidosamente.

La jugada de José Dariel Abreu: De un tiempo a esta parte, el inicialista cienfueguero ha crecido kilómetros a la defensa. Su brillante jugada en el quinto capítulo no solo evitó una carrera, sino que, tal vez, frustró la posibilidad de un rally. Atacó rápido el rolling, y más rápido aún tiró al home plate para que Ariel Pestano enfriara al corredor. Providencial.

La dupla Yuliesky Gourriel-Alexei Bell: Los peloteros más completos del país se encargaron de empujar las tres anotaciones del encuentro. Primero, Gourriel se ratificó como máximo impulsor del conjunto en los últimos años, al descolgarse -cuño y sello de la casa- detrás de una Mizuno que picó en franco territorio del left field. Y a seguidas, Bell cumplió una vez más, en su caso con una línea terrorífica a lo corto del center. No me voy a cansar de decirlo: estos dos siempre juegan en mi equipo.

El “largo” relevo de Yadier Pedroso: Para ser honesto, me gustó y no me gustó el reemplazo de Miguel Alfredo en el octavo. Me gustó porque es hora de que nos montemos en el tren del béisbol moderno, y dejemos atrás la terquedad de pretender caminar toda la ruta con un pitcher. No me gustó porque habría preferido que el cerrador Yadier Pedroso solamente lanzara una entrada, y no las dos que se le encomendaron. Es que para mi gusto, el inning ocho pudo ser testigo de la entrada en escena de un preparador, función para la que Norberto González “se pintaba solito”, dada la comparecencia de los zurdos al cajón de bateo. Así, Pedroso pudo limitarse a los tres outs finales. Tal es, a ciencia cierta, la faena habitual de un cerrador.

La pifia de Henry Mateo: A punto de acabarse el sexto -y decisivo- capítulo, el paracortos dominicano falló en una rolata inofensiva de Alfredo Despaigne que habría propiciado un nuevo cero en la pizarra. (En su descargo hay que decir que el bate, partido con el swing, salió disparado rumbo a la posición de Mateo, que por un instante se disoció de la pelota y terminó perdiéndola definitivamente). Así pues, el axioma infalible: “Después del error viene el hit”, se verificó de inmediato: Yuliesky trajo una carrera, Bell propulsó otras dos, y esa fue la sentencia del partido. Porque ocurre que a Cuba no se le pude dar ventajas en un campo de pelota. No señor. Ningún lobo perdona.

Fuente: CUBADEBATE

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